La fábula de las tres ranas

 

En una charca no muy lejana… vivían felices tres ranas. Justo al otro lado de la misma nació una preciosa flor.

Los pequeños batracios quedaron hipnotizados ante su belleza y se volvieron locos de amor. Solo había un problema: eran tres para una sola, toda una carambola.

La primera rana estaba decidida a tenerla. Pero, ¿cómo podía llamar su atención? No era muy distinta a sus dos compañeras. Ahí estaba el quid de la cuestión: en la diferenciación.

Se puso sus mejores galas, unas plumas por aquí, unas flores por allá… y así, un buen día, se armó de valor y saltando de nenúfar en nenúfar, se fue acercando a la flor…  hasta que un pájaro muy vivo, que la confundió con un insecto, se la zampó.

Moraleja: conoce bien tu mercado si no quieres convertirte en un apetitoso bocado.

La segunda rana, lejos de amedrentarse, decidió presentarse ante la flor tal cual era, de forma natural.

Así, un buen día se armó de valor y saltando de nenúfar en nenúfar, llegó hasta la flor… y sin pensárselo dos veces un beso le lanzó.

La flor, según la vio, no lo dudó. Abrió su boca y se la zampó.

Todas las miradas del charco se dirigieron a la tercera rana.

El pequeño batracio, que había observado todo lo ocurrido, lo tenía claro.

Un buen día se armó de valor, y saltando de nenúfar en nenúfar, de la charca se marchó.

¿Dónde ha ido la rana? -se preguntaban.

A una escuela de princesas donde la acogieron de muy buena gana.

Moraleja:

Si no quieres ser devorado, elige al público objetivo adecuado.

Conocer tu entorno, target y objetivos es una buena forma de mantenerte vivo.

 

 

LA FÁBULA DE LA RATA QUE SE CREÍA INTOCABLE

 

Érase una vez una rata que poseía la tienda que vendía los mejores quesos de la ciudad. Su posición dentro del mercado de los lácteos era inmejorable: llevaba siendo líder desde hacía mucho, mucho tiempo. Los productos eran realizados en el almacén trasero por una legión de anónimos ratoncitos que ponían su buen hacer en cada uno de los quesos que elaboraban.

Fueron pasando los años y la rata dueña se iba acostumbrando tanto a su éxito que lo percibía como algo seguro. No tenía ninguna visión estratégica de futuro, no planificaba acciones a largo plazo, no intuía los cambios del mercado y ni siquiera se molestaba en observar la evolución de sus clientes y consumidores de ese queso tan delicioso.

Los ratoncitos desde la trastienda murmuraban entre sí. Se daban cuenta de que por toda la ciudad empezaban a surgir nuevas empresas fabricantes de quesos con procedimientos novedosos que ofrecían productos que se acercaban mucho más a los gustos y necesidades en permanente evolución de los consumidores, que empezaban a ser roedores 2.0.

 

Se armaron de valor y fueron a hablar con la rata presidenta. Le dijeron:

“Mire usted, señora rata. Estamos un poco preocupados por como vemos el mercado de los quesos actualmente, y aún más nos preocupa como se intuye que van a ser los tiempos que vienen. Hemos estado hablando entre nosotros y creemos que podemos adecuar nuestros procesos de fabricación y nuestro servicio al cliente de manera que se adapte al nuevo tipo de consumidor que se va a convertir en nuestro cliente los próximos años y…”

“¿¿¿Pero me va a venir a mí un ratoncito de mierda a decir como coño tengo yo que hacer los quesos??? Esta fábrica ha funcionado así desde que la fundase mi abuela hace muchos años y nada ni nadie va a venir a cambiar nuestra forma de hacer las cosas.

“Pero es que con los nuevos tiempos, las nuevas tecnologías hace que nuestra relación con los clientes sea diferente y podr…”

“¡¡¡Que no, joder, que no!!! Que eso de las nuevas tecnologías es una cosa de ratoncitos frikis, una moda pasajera del populacho que va a durar unos meses y punto. Las reglas del mercado y de las relaciones con los clientes no va a cambiar. Y ya estáis volviendo a la trastienda a hacer mis quesos, que os voy a dar una hostia que os voy a dar vuelta a las orejas.”

El caso es que los ratoncitos, hartos del mal humor de la rata, decidieron marcharse. Pidieron una ayuda para ratones emprendedores menores de 25 años y montaron su propia empresa de productos lácteos con una gran presencia en el entorno digital y la venta online. Tuvieron un éxito tremendo. Forraos, forraos, forraos quedaron los roedorcitos.

Mientras tanto, la rata, empeñada en no evolucionar, se fue arruinando y terminó sus días en un albergue para ancianos en exclusión social sin un sólo dolar ratonino. Su acomodo en el éxito, su falta de previsión, su relajación y su falta de ambición fueron su perdición. 

Moraleja: Lujosa urbanización residencial situada en el municipio de Alcobendas, muy cercana a la ciudad de Madrid, en la que vive gente de mucha pasta… y alguna que otra rata.

Un saludo a Kodak, Nokia, BlackBerry, las agencias de viajes y la banca tradicionales, IBM, tooooodas las editoriales como no espabilen, the New York Times, …

 

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